Capítulo 23
Lena
-Justo cuando Crees que la has
sufrido demasiado y que es el momento que la vida te recompense por tus buenas
acciones todo se complica- le dije a Cris
mientras conducía camino al fraccionamiento.
-Las
cosas no pasan así Lena, la vida y el destino no te van a recompensar, no van a
pagarte nada, porque no te deben nada. Lo único seguro es lo que te ganas, lo
que tú controlas y lo que decides. Eso nos enseño mi padre- me contesto complacido.
-Es
una lástima no haber conocido a tu padre, fue un muy buen consejo el que les
dio. Ojalá y mis padres hubieran tenido tiempo de decirme algo-Compartí mi sentimientos con él.
Solo
me sonrió y continuó manejando. El viaje de regreso transcurrió en silencio,
Cris nunca despego la vista del camino y yo contemplaba la ciudad por la
ventana.
Llegados
al fraccionamiento, estaciono frente a mi edificio de 4 pisos el auto.
-¿Muchas
gracias por traerme Cris?
-No
tienes que agradecer, no podía dejarte regresar sola, es peligroso.
Mis
sentimientos por Cristian no habían cambiado y en estos momentos necesitaba de
su apoyo aunque solo fuera como amigos.
-Hace
mucho frio ¿Quieres pasar por un café antes de regresar a tú casa?-Invité
-Me
gustaría mucho- Contesto mientras miraba
fijamente mí silueta de arriba abajo con una sonrisa pícara
La
noche serenaba y el frió calaba los huesos, pese a que estaba bien abrigada no
podía dejar de temblar, siempre fui friolenta y en esta ocasión más que nunca
lo estaba demostrando.
Cristian
se quito la chaqueta y la colocó sobre mis hombros.
-No
Cris, de ninguna manera, estas con esa simple camisa, vas a resfriarte. Un
enfermo más no nos beneficia en nada-Devolví
la chamarra.
No
muy convencido se la puso nuevamente. En un descuido me abrazo mientras
caminabas al ascensor. No puse resistencia, el calor de su cercanía venia muy
bien para contrarrestar el frío.
Dentro
de la intimidad del solitario ascensor metálico gris, dejamos un lado la
realidad y nos abrazamos.
Cristian
me ganaba como con 20 cm de estatura. Poso su nariz sobre mi cabello y comenzó
a respirar el aroma del shampoo de fresas con kiwi que usaba.
La
luz era baja por lo que me sentía cobijada por la oscuridad, decidí abrazarlo
también por la cintura. Levante la cabeza y por un instante nos miramos a los
ojos.
Tomo
con una mano mi mejilla derecha y la dirigió a sus labios, me beso la mejilla y
se me escapo un suspiro, después las comisuras de mis labios y un escalofrió
recorrió mi cuerpo, al final un cálido beso a cabo con el frió de la noche. El ascensor
se abrió y nosotros continuamos con la demostración de afecto.
-¡Elena!
¿Qué se supone que estás haciendo?- Exigió
saber aquel hombre que se ocultaba bajo la sombra del pasillo.
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